La historia de un rebelde: Gerónimo, el líder apache.
“Han enterrado las hachas para siempre”
Por Betty Aguirre-Segura
En marzo de 1905, Gerónimo, el líder apache fue
invitado a participar en el desfile inaugural del Presidente Theodore Roosevelt
a lo largo de la avenida Pennsylvania. Gerónimo y otros cinco jefes nativo-americanos
vestidos con sus trajes ceremoniales y rostros pintados marcharon en sus
caballos al frente de la banda militar. Uno de los periódicos indicaba que esta
era una forma de mostrar a los ciudadanos de los EEUU que “los indios habían enterrado
las hachas para siempre”. Después del desfile, Gerónimo se reunió con Roosevelt
para pedirle que le permitiera abandonar la reservación y volver a sus tierras
en Arizona. Roosevelt a través de un intérprete lo llamó “un indio de mal
corazón” y añadió, “Mataste a mucha de mi gente; quemaste pueblos… no fueron
buenos indios. Ahora el presidente tendrá que esperar hasta ver como tú y tu
gente actúan en sus reservaciones.” El periódico New York Tribune describió este encuentro como una “patética
solicitud” de Gerónimo.
Casi cincuenta años atrás, en 1858, Gerónimo cuyo nombre apache era Goyahkla "el que bosteza",
lideró una expedición comercial desde el sur de las montañas Mogollón hasta
Casa Grande en México. A su regreso encontró que soldados mexicanos habían
masacrado a los niños y mujeres que esperaban en el campamento, incluyendo a su
esposa, su madre y tres de sus pequeños hijos.
En sus memorias Geronimo, Story of His Life (1906), tristemente dedicadas a Theodore Roosevelt, Gerónimo recuerda: “Esperé a que todo pasara, apenas sin saber qué hacer. No tenía armas, ni deseos de pelear, tampoco contemplé la idea de
recobrar los cuerpos de mis amados, pues estaba prohibido. No oré, y tampoco resolví
hacer algo en particular, pues no me quedaba ningún propósito en la vida”.
Derrotado, Gerónimo regresó a su hogar y quemó su tipi y las posesiones de su
familia y se propuso vengar la muerte tan terrible de los suyos.
Luego de un asalto a un grupo de mexicanos en Sonora
y después de escuchar a una de las víctimas encomendarse y pedir piedad a San Jerónimo,
los apaches decidieron llamar a Goyahkla, Gerónimo, un nombre que por mucho tiempo causaría
terror a lo largo del oeste del territorio. Mientras esto sucedía, el gobierno
norteamericano forzaba a los nativos a dejar sus tierras y dirigirse
a varias reservaciones, lo cual Gerónimo rechazó.
De derecha a izquierda, el líder apache Goyahkla o Geronimo, Yanozha (cuñado de Geronimos), Chappo (el hijo de Gerónimo por su segunda esposa) y Fun (el medio hermano de Yanozha) en 1886.
Tomado por C. S. Fly.
Gerónimo, nació y creció en las orilla del río Gila, en el límite de Arizona con Nuevo México, territorios que fueron mexicanos
hasta 1848 cuando a través del Tratado de Guadalupe fueron “cedidos” a los
EEUU, poniendo fin a la guerra de Intervención Norteamericana. Así, los estados
de California, Arizona, Nevada, Utah y parte de Colorado, Nuevo México y
Wyoming, quedaron aislados de la noche a la mañana y bajo un nuevo régimen, que
aplicaba tanto a la población blanca como a los mexicanos y nativos que vivían
en ellos.
Atrapado en una situación sin sentido y
hallándose en constante peligro, Gerónimo pasó los próximos 25 años atacando y
evadiendo, tanto a las tropas mexicanas como norteamericanas. Sus atracos a
inmigrantes, trenes y colonos blancos en el oeste norteamericano, pasó a ser parte de la narrativa del terror, amenazando a los niños que no se comportaban con entregarlos a Gerónimo y sus hombres.
No obstante, después de muchos ataques y
retaliaciones, Gerónimo y sus renegados llegaron a un punto de no retorno. En
1874, los colonos demandaron al gobierno federal la inmediata intervención para
detener los asaltos y ataques de los apaches. Esto causó su persecución, muerte
y apresamiento y muchos de ellos fueron forzados a internarse en a una
reservación en Arizona. Gerónimo, siempre hábil y rebelde, escapó con un grupo
de seguidores perseguidos por las tropas norteamericanas a través de desiertos
y montañas. Luego de viajar más de 3.000 millas y con menos hombres, Gerónimo
se rindió al general Nelson A. Miles en el Cañón del Esqueleto (Skeleton Canyon) en Arizona en 1886, en
donde entregó su famoso rifle Winchester y su cuchillo Sheffield Bowie. Gerónimo
y sus hombres fueron condenados al exilio por dos años y luego enviados a la
reservación.
Mientras tanto, el presidente Grover Cleveland,
preocupado por los términos en que se sentenciaba a Gerónimo y sus renegados, envió
un telegrama a su Secretario de Guerra en que pedía que se tratara a Gerónimo como
prisionero de guerra, a pesar de sus deseos de colgarlo, cumpliendo con los
términos de su rendición. Con lo cual, Gerónimo escapó de la ejecución, pero
fue sentenciado por traición e indignidad a pasar el resto de su vida en una
prisión del ejército. Encerrado en un vagón de seguridad, fue enviado al Fuerte
Pickens en Pensacola, Florida en donde sería sometidos a trabajos forzados. El
clima hizo su parte y muchos de sus hombres murieron al poco tiempo y Gerónimo
se convirtió en el centro de atracción.
Atraídos por la temible fama de Gerónimo, la
gente estaba dispuesta a pagar por ver a este “indio sanguinario” que permanecía
en su celda con la mirada perdida y una enorme preocupación: el gobierno había iniciado la separación forzosa de cientos de niños apaches, enviándolos a Carlisle Indian Industrial School en Pensilvania, dejando atrás a sus familias en Arizona. Más de un tercio de ellos murieron rápidamente de
tuberculosis. El terror se apoderaba aún más de los pueblos nativos al ver que
sus niños eran arrancados de sus hogares y enviados a estas llamadas “escuelas” en donde
el propósito era cristianizarlos y “blanqueados”.
Carlisle Indian Industrial School
En 1888, Gerónimo y sus guerreros se reunieron
con sus familias nuevamente cuando los apaches Chiricahua fueron enviados a Mount Vernon Barracks en Alabama, en
donde muchos murieron, víctimas en su mayoría de la tuberculosis. Ante esto, en
1894, Gerónimo y 300 nativos fueron llevados al Fuerte Sill en Oklahoma, en
donde a pesar de estar cautivos pudieron vivir en pequeñas villas.
Geronimo (centro) en la Feria Mundial de St. Louis en 1904
Mas tarde en
1904, Gerónimo solicitó un permiso que le fue otorgado para presentarse en la
Feria Mundial de St. Louis, que incluía una “Villa Apache” como parte de la
exhibición. Ahí, Gerónimo fue presentado como “una pieza viviente de museo y
como un monumento al progreso de la civilización”. Bajo constante vigilancia, Gerónimo
se dedicó a hacer arcos y flechas mientras que las mujeres Pueblo, sentadas
juntos a él, molían maíz y hacían alfarería. Además, Gerónimo firmaba autógrafos y
posaba para fotografías con aquellos que estaban dispuestos a pagar por este
privilegio.
A este evento le seguirán otros, como el Pawnee Bill’s Wild West, en el que Gerónimo
era presentado como un monstruo “mentiroso, ladrón, asesino” y que había matado
a cientos de hombres, mujeres y niños. El público observaba con incredulidad
como semejante ser había sido “domado” y muchos pagaban por arrancar un
botón del abrigo del líder apache. El destino de Gerónimo estaba determinado: una vida entre ferias, alcohol y apuestas. En 1903, Gerónimo fue bautizado
en el cristianismo y se unió a la Iglesia Reformada Holandesa (The Dutch Reformed Church), la iglesia del
presidente Roosevelt, con la esperanza de agradar y ser perdonado. No
obstante y poco tiempo después la iglesia lo expulsó por su incapacidad de
mantenerse lejos de las mesas de apuestas.
A pesar de dedicar sus memorias dictadas a
Roosevelt, Gerónimo, nunca obtuvo el perdón del presidente. Esta es su
dedicatoria:
“Porque me
ha dado permiso para contar mi historia; porque él ha leído esa historia y sabe
que trato de decir la verdad; porque creo que él es imparcial y hará que mi
pueblo reciba justicia en el futuro; y como él es el jefe de un gran pueblo,
dedico esta historia de mi vida a Theodore Roosevelt, Presidente de los Estados
Unidos.”
Una fría
noche de febrero de 1909, Gerónimo fue lanzado de su caballo y permaneció en el frío hasta que fue encontrado al día siguiente. Murió de pulmonía. Roosevelt emitió
sus condolencias por la muerte de Gerónimo y entre sus palabras dijo: “No llego
a pensar que los únicos indios buenos sean indios muertos, pero creo que nueve
de cada diez lo están, y no me gustaría preguntar demasiado acerca del
décimo". Después de una ceremonia y una larga procesión fúnebre en la que
lo acompañaron tanto los blancos como los nativos, Gerónimo fue enterrado en
Fort Sill.
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