Cuando Benito Juárez prohibió los Toros
Maria Felix en la Plaza de Toros México.
Con decreto 6160
del 28 de noviembre de 1867, Benito Juárez, Presidente de México, prohibió las corridas de Toros. La orden
ejecutiva se mantuvo por 19 años en un momento crítico tanto para el país como
para la ciudad. Decisión que sorprendió a muchos ya que el Decreto parecía ir en contra del bienestar económico y social del pueblo debido a las jugosas entradas que ya no dejarían las
corridas de Toros. Pero esta decisión de Benito Juárez no era nueva. Entre 1567 y 1596, el papado prohibió cinco veces las
corridas de toros, pero la falta de acuerdo entre México y España, en donde también
se pedía su eliminación, las bulas no tuvieron efecto. La razón de su
prohibición eran los pleitos y borracheras que estas causaban, además de
la falta de dignidad y moral durante estas fiestas, sumado al maltrato al toro.
No obstante, según Niceto de
Zamacois, un español radicado en México en la segunda mitad del siglo XIX, las
corridas de Toros conservaban, respecto a las de España, “cierto aire de
familia”, aunque presentaban diferencias propias que eran necesarias conocer.
Para Zamacois, las corridas en España eran más sobrias, más clásicas mientras
que las mexicanas eran más vistosas, más ligeras, más poéticas y menos
sangrientas.
Durante este período, la Ciudad de México empezaba a acostumbrarse a la presencia de las tropas
francesas que preparaban el arribo de Maximiliano de Habsburgo. Una corrida fue
organizada para festejar a Napoleón III así como a Nuestra Señora de la Asunción.
El periódico El Pájaro Verde narró la corrida a la que asistió el comandante de
las tropas francesas, Élie Frédéric Forey, quien muy lejos de emocionarse por
tal espectáculo escribió una carta a la redacción, para explicar a la opinión pública que asistió
por cortesía pero que las corridas le parecían una costumbre “bárbara e impolítica". A ello añadió, que se hallaba asombrado de que en pleno siglo XIX entre los pueblos
civilizados que habían refinado sus costumbres con el estudio de "las artes
liberales", aún hubiera una nación cristiana, complacida y deleitada con un
espectáculo en el que animales y hombres estuvieran expuestos a perecer.
Obviamente, otros militares que asistieron al espectáculo diferían de la opinión
de Forey, aunque no dejaban de sorprenderse por lo sanguinario del evento.
Maximiliano de
Habsburgo fue fusilado en junio de 1867 en el cerro de las Campanas y un mes
después Benito Juárez entraba triunfante en la capital con la seguridad de
consumar una segunda independencia. El 16 de septiembre de ese año el escritor
Ignacio Manuel Altamirano escribió en el periódico El Correo de México, una
nota incendiaria con el título de “No mas toros”. En ella, cuestionaba por qué no se daba al pueblo espectáculos que instruyeran en lugar de “las escenas del
tiempo del retroceso y de los virreyes”. Apeló a la civilización y al rechazo a
los espectáculos de sangre y lanzó frases cortas y directas como: ¡No más
sangre!, ¡Tinta en vez de sangre!, ¡Ilustración y no barbarie!, ¡Educación al
pueblo!, ¡El teatro por los toros!, etc. Altamirano, fue el único que en su
tiempo abogó por una ley que protegiera a los animales del maltrato que les infligían
los hombres. Era el siglo diecinueve.
(Fuente: María
del Carmen Vázquez Mantecón, “!Toros sí! ¡Toros no! Del tiempo cuando Benito Juárez
prohibió las corridas de Toros.” )
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