"ROMA", dos escenas extra/ordinarias
Por Betty Aguirre-Segura
Dos escenas de
“Roma”, la película del director Alfonso Cuarón, resumen su poderosa percepción de los intersticios y recovecos del universo femenino y los roles fundamentales de sus protagonistas. "Roma" transparenta, desde la intimidad, una sociedad jerarquizada y violenta pero abundante en historias ordinarias y extraordinarias.
Lo ordinario. Primera
escena, no importa el orden: Sofía, la esposa engañada y abandonada intenta
estacionar con dificultad el automóvil familiar en el angosto garaje
de la casa. A diferencia de su esposo, quien al inicio de la película lo hace casi con maestría y acompañado
de rituales que marcan su estatus y sus gustos, Sofía, herida por la traición y algo ebria, casi lo destruye. Con la canción "El corazón es un gitano" de fondo e interpretado por Lupita D'Alessio, Sofia descarga su dolor y rabia sobre un objeto, un Ford Galaxy,símbolo de su rango económico y social, pero que le sobrepasa y sobrepesa, como la carga misma que su esposo ha dejado sobre sus hombros. Con esta toma, Cuarón nos entrega una escena común pero extremadamente dolorosa, en la que Cleo observa con angustia como Sofía
golpea el auto una y otra vez, como si además de destruirlo quisiera derribar
ese espacio de soledad y necesidades en el que ahora habita con las demás mujeres y
los niños. No obstante, Sofía, cuyo nombre significa "sabiduría", hace lo que la mayoría de mujeres saben hacer en estos casos: ser prácticas y empezar de
nuevo con coraje y con sus propias herramientas. Para ello, Sofía compra un auto más pequeño, económico y fácil de estacionar, cerrando así un ciclo y abriendo otro. Al Ford Galaxy lo llevará a la playa en su último viaje antes de venderlo.
Lo extraordinario. Segunda escena: Cleo, que para los griegos era la “musa de la historia”, emprende un viaje a una zona pobre en las afuera de la ciudad en búsqueda de Fermín,
el padre de la hija que espera. Luego de pedir ayuda, encuentra a Fermín entre un
grupo de hombres jóvenes que practican artes marciales en un campo de entrenamiento. Cleo se coloca junto
a otras personas que observan el riguroso y viril ritual. En un determinado momento aparece el profesor Zovek, escapista y personaje popular, quien reta a los jóvenes guerreros a realizar
un singular acto de concentración: guardar el balance sobre una sola pierna con
los ojos cerrados; un acto que solamente los Lamas entre otros, hombres por supuesto, lo han logrado, dice el profesor. Al principio hay risas de incredulidad entre ellos pero pronto se verán incapaces de superar la prueba. Cleo, como los demás observadores y perfectamente alineada con Zovek, al otro lado del campo, se sostiene con gracia y perfección en una sola pierna y lo logra.
Sin embargo, nadie la ve y nadie se entera de que es la
única que lo ha logrado. Cleo, la triunfante y embarazada musa y hacedora de esta historia, ha pasado desapercibida y la escena queda plasmada en la memoria como una metáfora de su existencia: el perfecto balance en el centro del caos. Al final de la escena, Fermín, "el firme", niega su paternidad y amenaza de muerte a Cleo y a su bebé y la llama "gata", sirvienta.
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