Cortejo fúnebre
Desperté atravesada por el frío. Un dolor intenso me hería el vientre. La joven mujer que me cuidaba dijo que en una hora podría irme. Dijo que se quedaría a mi lado, que no me preocupara. Me dio unas pastillas y volví
a dormir. Tuve una pesadilla: seis niños llevaban un ataúd negro y yo estaba adentro. Iban desnudos y tenían los ojos huecos, y caminaban sin rumbo cargando el
ataúd.
Desperté y la mujer seguía a mi lado. Se llamaba Nora. Su mano acariciaba mi frente. Angustiada le dije: ya maté a varios hijos y si él
me mata, me lo tengo merecido. Es la fiebre dijo ella. Me ayudó a vestirme y me acompañó a tomar el taxi. Le pedí que fuera conmigo, que le pagaría el regreso.
Es en el
pecho donde más me golpea, en las caderas, y en los muslos. Sé que lo hace para
que nadie lo vea.. La lluvia era tan fuerte que el taxi apenas avanzaba. Cuando
estuvimos cerca, nos salió al encuentro un cortejo fúnebre y nos detuvo por varios minutos. Nora se acercó a
mi oído y murmuró: después de practicarles el aborto el hombre viola a las mujeres más jóvenes mientras están inconscientes. El dolor fue más fuerte, sentí mucho frío y tomé su mano. Él también lo
hace después de golpearme, murmuré viendo al cortejo disolverse por los truenos.
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