Ir al contenido principal

Flor nocturna





       Flor nocturna


Casi volábamos por el aire tomados cada de uno de sus manos. Llegamos cuando el autobús arrancaba. Tuvimos que sentarnos separados, yo detrás del asiento de mi madre. Como un hermoso búho, giraba su cabeza cada cierto tiempo para mirarnos. Minutos después nos dio algunos dulces. Tenía hambre y frío pero no quise molestarla más. Era suficiente verla triste y enojada. Fue un largo viaje y las cosas no salieron bien. Mi hermano, al otro lado del pasillo se veía tan desolado como yo. Queríamos ir con Mamá. Nos miramos y sonreímos. 

Junto a mí, un hombre que llevaba una capucha que le cubría hasta los ojos y unas herramientas de jardinería, se arrimó a la ventana y recogió su cuerpo para dormir. Había oscurecido y pensaba que llegaríamos muy tarde a casa. Mi padre nos esperaba mucho más temprano. Quedaban atrás las luces de la gran ciudad y en mi ventana las montañas como cóndores gigantes, pasaban uno detrás de otro. La luna nos seguía. 

El hombre giró hacia mí. Parecía dormir. De su boca salió un olor ácido a licor. Giré hacia el otro lado buscando a mi hermano mientras abrazaba a Carlota y pasaba mis dedos entre su pelo de lana. Mis ojos se cerraron. Sentí algo extraño y desperté sobresaltada. La pesada mano del hombre subía por mi muslo y casi rozaba mi vagina. Paralizada, mi respiración se acortó. Mi voz caía en el vacío de mi garganta.. quería gritar ¡Mamá!. Su mano avanzaba y su boca se acercó a mi cuello. Cerré los ojos, apreté a Carlota contra mi pecho y pensé en Papá. Me levanté y de un salto estuve junto a Mamá. Me pidió que me regresara a mi asiento pero solamente pude mover la cabeza en un rotundo no!. Mis ojos le rogaban que me llevara sobres sus piernas. Carlota y yo la abrazamos, temblando y llorando en silencio casi todo el viaje.

(Arte:SATYABRATA KARMAKAR)

Comentarios

Entradas populares de este blog

Doña Francisca Sina Sigchi, Cacica y Señora de Tilipulo. De centro del poder panzaleo a centro de la riqueza colonial y republicana

  Doña Francisca Sina Sigchi, Cacica y Señora de Tilipulo. De centro del poder panzaleo a centro de la riqueza colonial y republicana                                                                                              F: Viktor Armendariz Fue a inicios de 1540 cuando Sina Sigchi y su hermano Sancho Hacho, Caciques panzaleo del señorío de la Tacunga (Latacunga), fueron unidos en matrimonio por el Inca (posiblemente Manco Inca Yupanqui) y por el primer Obispo de Quito, García Díaz Arias. Décadas más tarde, en su testamento firmado en Saquisilí en 1580, Sina Sigchi, bautizada como doña Francisca, narra el ritual previo de matrimonio con su hermano llevado acabo en dos puntos estratégicos a los que llamaban "madres". En este ritual inca, la pareja real fue "enterrada" de forma separada: Sina Sigchi en Malaleji (Quijos) y Sancho Hacho en Pinipullo (Callo). Al salir de sus "madres" los caciques recibieron todo lo que sus ojos alcanzaron a ver y más allá

La Santísima Tragedia: la fiesta de la Mama Negra de una niña de zapatos azules.

  La Santísima Tragedia: la fiesta de la Mama Negra de una niña de zapatos azules.                                A mi hermano                                                      Es una soleada mañana de un 24 de septiembre ecuatorial y llevo mis zapatos azules de charol. Deslizo mi mano de la mano de mi abuela y me pierdo entre la gente. En este estridente, colorido y caótico universo me siento libre y segura; la blanca cúpula de la iglesia es mi brújula. Quiero ver al Ángel de la Estrella, una niña de grandes alas e infinitos rizos subida en un caballo tan blanco como su vestido. La escucho loar a la Virgen de la  Merced en una larguísima filigrana de palabras. Los disparos inauguran la fiesta y la banda de músicos uniformados inician el desfile. Miro alrededor y corro calle arriba. Me encuentro con hileras de pájaros gigantes que danzan con movimientos ondulantes. Los niños y sus madres gritan: ¡Los curiquingues, vienen los curiquingues! Retrocedo y miro sus largos cuellos pasar.

‘La zona de interés’: la porosa normalidad del mal.

  ‘La zona de interés’: la porosa normalidad del mal.   La película del director Jonathan Glazer está basada en la novela del británico Martin Amis, quien en un pasaje recoge la voz interior de Rudolf Hoss, comandante del campo de concentración de Auschwitz: “Porque soy un hombre normal con necesidades normales. Soy completamente normal.”. Esta es la misma siniestra noción de normalidad que lo lleva a decir, en una escena mientras habla por teléfono con su esposa, que los techos de las cámaras son muy altos y no puede gasearlos a todos. En 'La zona de interés', lo que Glazer nos muestra de manera magistral es que, la normalidad es una fina y porosa cortina que se abre y se cierra para mostrarnos lo que se desea ocultar.   Los muros que separan la idílica casa del comandante y su rubia esposa del campo de concentración, no impiden escuchar los gritos de dolor ni los disparos que silencian esas mismas voces. Ruidos que atraviesan el aire, pedazos de cuerpos que llegan al rio en d