Doña Francisca Sina Sigchi, Cacica y Señora de Tilipulo,
centro del poder panzaleo y eje de la riqueza colonial y republicana del centro de Ecuador.
Betty Aguirre-Maier
University of Utah
Escribir sobre el período de la Conquista de América ha sido siempre un complejo proceso ante la abundancia de crónicas y documentos que dejaron los conquistadores, frente a la casi nula información dejada por los conquistados. Durante siglos, la representación del “otro” en la historia de este proceso fue escrita desde la perspectiva europea, ignorando la experiencia propia de los pueblos indígenas. Es por esto por lo que, encontrarnos con documentos que dejaron los caciques de Latacunga, Sancho Hacho y Sina Sigchi son de gran ayuda para comprender, aunque brevemente, la organización socio política del mundo andino durante la Conquista en lo que hoy es el centro de Ecuador.
El poder panzaleo, el poder femenino, y su participación en la Conquista.
Aunque en su Testamento (1580), Doña Francisca Sina Sigchi se lamenta haber sido abandonada por su esposo-hermano, Don Sancho Hacho de Velasco, su rol en la historia de la Conquista fue fundamental. Sancho Hacho declara en su Testamento (1587) que durante las campañas de conquista en las que participó, lo hizo en compañía de su esposa-hermana Sina Sigchi, “…siempre que iba a la conquista me acompañaba la dicha mi mujer y donde quiera que le cogía él parto dejábamos la criatura para que la criasen...” (Oberem, p. 128 - 129). De igual manera, Sina Sigchi lo confirma en su Testamento, “… y acompañándole en todas las conquistas y edificios y en todos los servicios de su Majestad…” (Oberem , p.135).
Como lo confirma la probanza de méritos de Sancho Hacho, los caciques acompañaron y apoyaron a los españoles, ya sea como embajadores, como aliados o sumándose a las batallas. Su directa intervención permitió la pacificación y catequización de la región oriental de Hatunquijos (Quijos) y estuvieron presentes durante la fundación de la ciudad de Baeza en 1550. Además, alojaron en sus aposentos de Latacunga a personajes como el Virrey Blasco Núñez de Vela y a sus soldados que huían de GonzaloPizarro. En 1562, por estos y otros servicios al Rey Carlos V, el Conde de Nieva, Virrey de Lima, ordenó al gobernador de Quito que Don Sancho Hacho y su familia fueran recompensados. La espera fue larga y aunque no todas las peticiones se cumplieron en su favor, el Rey le otorgó un escudo de armas y una encomienda.
Gracias a los ya mencionados documentos, sabemos quiénes fueron estos personajes y, de forma breve, cómo llevaron sus vidas. Además, Sancho Hacho nos legó el documento “Información de Méritos y Servicios”, una probanza de méritos que servía como herramienta legal de la época, con la que el cacique buscó, primero, el reconocimiento por sus servicios prestados a la Corona y, segundo, asegurar la supervivencia y privilegios de los suyos. Lo fundamental de dichos documentos, que se encuentran en el Archivo Nacional de Historia de Ecuador, es que se ha podido contrastar la información que en ellos se encuentra con el texto de Pedro Cieza de León, Crónica del Perú (1553). Según el cronista, Latacunga (la Tacunga) era un pueblo de grandes aposentos tan magníficos como los de Quito, y aunque muchos estaban en ruinas (seguramente por las luchas para desalojar a los incas de la región) se parecían en su grandeza. No obstante, los caciques de Latacunga recibieron en sus propios aposentos reales a Sebastián de Belalcázar y a Cieza de León, quienes venían desde Popayán con doscientos soldados. El conquistador marchaba hacía el sur luego de que Gonzalo Pizarro fuera apresado, juzgado y condenado a muerte en el enfrentamiento de Jaquijahuana en Perú (1548). Además, Cieza de León destaca la atención que recibieron de los caciques, proveyéndolos “de bastimento y de las demás cosas necesarias con tanta razón y tan cumplidamente, que no se a donde mejor se pudiera hacer”; sin dejar de mencionar la riqueza y abundancia de aves y animales, así como de textiles y rica vestimenta “galana y más basta” (p.119).
Por lo anterior, es importante señalar que los caciques panzaleo apoyaron por más de una década a los conquistadores en sus luchas por el poder en contra del incario. Por ejemplo, en 1534, Sancho Hacho informa sobre los enfrentamientos que tomaron lugar en las cercanías de Latacunga, “fui a tomar presos a los incas y los tuve tanto tiempo en mi poder, hasta que reconocieron a su Majestad como señor” (Oberem, p.28). Más tarde, en 1545, cuando Sancho Hacho alojó al virrey Blasco Núñez de Vela y a sus soldados que huían de Gonzalo Pizarro, puso a su disposición 200 hombres con los que lo acompañó hasta la fallida batalla de Iñaquito, el 18 de enero de 1546, “…digo que yo soy uno de los caciques más principales y antiguos de las provincias del Perú fui en prender los ingas y tuve en mi casa presos hasta que dieron obediencia a su a su majestad. Hallábame en compañía y servicio del Virrey Blasco Núñez de Vela con doscientos indios a mi costa en la batalla que dio Gonzalo Pizarro...” (Oberem, p.124). Tras esta batalla, según Oberem, Sancho Hacho posiblemente se ocultó hasta que Rodrigo de Salazar reinstauró el gobierno del rey en Quito (p. 24). Un año después, en 1547, Sancho Hacho alojó en Latacunga al capitán Salazar y a sus soldados que iban en ayuda de Pedro de la Gasca en Perú contra Gonzalo Pizarro.
El rol de Sancho Hacho y Sina Sigchi pasó de subordinado a central cuando en 1556, Gil Ramírez Dávalos fue nombrado gobernador para el área de Quito, Guayaquil, Portoviejo, Loja y Zamora; y recibió la orden del virrey de Lima de fundar ciudades en la zona de Quijos. Ramírez Dávalos se encontraba en Latacunga en su trayecto a Quito, cuando supo por el sacerdote del lugar, el franciscano Martín de Plasencia, que la hermana de Sancho Hacho estaba casada con el cacique principal de Hatunquijos. Inmediatamente, Sancho Hacho envió emisarios a su cuñado y tras largas negociaciones e intercambio de regalos, los quijos se declararon dispuestos a someterse al rey (Oberem, p. 50). Por lo mencionado, se concluye que, a través de su apoyo a los conquistadores, los caciques panzaleo lograron que Latacunga continuase siendo de estratégica importancia como lo fue durante el poder inca.
Matrimonio bajo las dos leyes: inca y española.
Como consta en sus Testamentos, los caciques panzaleo del señorío de la Tacunga (Latacunga), fueron unidos en matrimonio por el Inca (Sayri Túpac 1545-1561) y por el primer Obispo de Quito (1546), García Díaz Arias. Sina Sigchi, bautizada como doña Francisca, narra el ritual previo de matrimonio llevado a cabo en dos puntos estratégicos a los que llamaban "madres". En este ritual, la pareja real fue "enterrada" de forma separada: Sina Sigchi en Malaleji (Quijos) y Sancho Hacho en Pinipullo (San Agustín de Callo).
El ritual de enterramiento que relatan los caciques se corresponde con el antiguo mito andino de los hermanos Ayar, alejado del mito de Manco Cápac y Mama Ocllo, los hermanos que salieron del lago Titicaca, enviados por el dios Inti para poblar y fundar él imperio y que se convirtió en él mito fundacional de la cultura inca. El Inca Garcilaso fue el primero en narrarlo en Comentarios reales (1609). Sin embargo, si tomamos en cuenta, primero, el tiempo que los incas dominaron el norte o lo que hoy es Ecuador, que fue de aproximadamente setenta años más o menos, y segundo, la resistencia que estos pueblos presentaron al poder inca, el antiguo mito andino de los hermanos Ayar se asemeja y se replica en el ritual de matrimonio de Sancho Hacho y Sina Sigchi. Según la historiadora María Rostworoski en Historia del Tahuantinsuyo, los hermanos Ayar salieron de la cueva Pacaritambo que tenía cuatro ventanas. De ellas salieron cuatro hermanos: Ayar Uchi, Ayar Cachi, Ayar Mango y Ayar Auca y cuatro hermanas: Mama Ocllo, Mama Huaco, Mama Ipacura y Mama Raua. Los ocho hermanos salieron de la cueva e iniciaron la larga búsqueda del lugar donde habrían de fundar el reino. Además, es importante señalar que, en el mundo andino el incesto era parte de la estructura social y esto se refleja en los mitos fundacionales, como lo narra Guamán Poma cuando menciona que Mama Huaco, quien lanza la vara que funda el Cuzco, tuvo una relación incestuosa con su hijo Manco Cápac (p. 39). Por lo dicho, no es extraño pensar que los caciques panzaleo hayan replicado él ritual andino de los hermanos Ayar al unirse en matrimonio, lo cual fue, además, una forma de mantener el poder dentro del mismo clan.
En cuanto a la posición de los españoles ante estos rituales tan opuestos a los suyos, hay que recordar que al momento del matrimonio entre Sancho Hacho y Sina Sigchi, los acuerdos entre los españoles e indígenas fueron determinantes para la Conquista. Desde esa perspectiva podemos comprender por qué él Obispo español se ve arrojado a legalizar un matrimonio entre hermanos. En cuanto a su Testamento, Sina Sigchi detalla lo que heredó de sus padres y abuelos, toda la tierra existente entre Latacunga y Ambato. No obstante, sus posesiones aumentaron a lo largo de su vida al adquirir más propiedades y grandes extensiones de tierra. Al momento de firmar su Testamento, la cacica poseia veintiún propiedades, entre ellas, la Estancia de Tilebulo (Tilipulo), hacienda de “ganado mayor y menor con casas de vivienda”, situada en el valle del mismo nombre y ubicada entre las poblaciones de Pujilí y Saquisilí, a pocos minutos de Latacunga. De igual modo, Sancho Hacho recibió toda la tierra que alcanzó a ver desde el sitio del que emergió, Pinipullo. Con él tiempo, él cacique se convirtió en uno de los grandes terratenientes de la Audiencia de Quito. Sus propiedades se encontraban a lo largo de la sierra central y parte de la costa; además de recibir una encomienda que él rey de España le entregó en la selva amazónica, en Quijos.
“Yo, Doña Francisca Sina Sigchi, quiero y es mi voluntad”.
Sina Sigchi fue una de las dos mujeres indígenas más ricas durante el periodo de Conquista y la formación de la Audiencia de Quito. La otra fue doña Juana Faringuango, Señora y Cacica de Otavalo quien también dejó su Testamento (Caillavet s/p) como muestra de su poder en la zona norte. En su Testamento, Sina Sigchi detalla cada una de sus propiedades sin dejar fuera su residencia principal en el Asiento de Tacunga, “una cuadra en donde tengo las casas de mi morada” junto a su “Asiento Mando” en la iglesia de San Francisco. Gracias a su estatus y poder, Sina Sigchi también estuvo al mando de indígenas mitimaes y “angaroes” de Cotocollao, estos últimos traídos por ella misma desde Ambato después de haberse fugado, y que luego fueron vendidos a Sancho Hacho. En su Testamento, Sina Sigchi transfirió la mayor parte de sus propiedades a su hija de su mismo nombre y a su nuera, doña Magdalena Chabasagui, importante dato que da cuenta del relevo de poder femenino indígena que décadas más tarde el sistema español, el mestizaje y la llegada de mujeres europeas eliminaría. Pero, además, y no menos importante, la cacica usa su Testamento para legitimar su matrimonio con Sancho Hacho y a sus herederos, una vez que el cacique tuvo otros hijos.
Tilipulo, la historia del poder prehispánico y colonial. Sus múltiples dueños.
Hoy, la espléndida casona de anchas paredes con su iglesia del siglo XVIII permanece testigo de innumerables eventos históricos a lo largo de cinco siglos. La tradición textil prehispánica de esta región se extendió hasta finales del siglo XVIII y Tilipulo fue uno de los obrajes más importantes de la Audiencia de Quito. Latacunga tuvo 25 obrajes durante este periodo. La casona construida, posiblemente, en el mismo lugar donde se encontraba la casa de Estancia de Sina Sigchi, tuvo varios dueños hasta llegar al siglo XX.
A falta de documentos que lo compruebe, se asume que Tilipulo estuvo en manos de los herederos de Sina Sigchi por un siglo y posteriormente fue vendida, como consta en los registros de 1680, como el primer Obraje del Corregimiento de Latacunga de propiedad a Fernando de Dávalos. A partir de aquí, y gracias a la investigación de Alexandra Kennedy-Troya en su ensayo Obrajes en la Audiencia de Quito. Un caso estudio: Tilipulo, podemos hacer un recorrido cronológico por la historia de Tilipulo. Casi cuarenta años después de que Dávalos la comprara, en 1718 la remata el presbítero José Antonio Maldonado Sotomayor y, en 1745 pasa a manos de su hermano Ramón Joaquín, vizconde de Tilipulo y marqués de Lises, Corregidor de Quito (1744). En 1752 lo heredó su hijo Joaquín Gregorio, hermano del científico Pedro Vicente Maldonado, y en 1763 la adquirió Mariano Flores de Vergara, marqués de Miraflores, coronel de Dragones y héroe de la Independencia de Quito, quien residió muchos años en Latacunga e impulsó la agricultura y la industria del tejido.
Más tarde, en 1802, el marqués de Miraflores entregó Tilipulo a su yerno, Manuel Larrea y Jijón y a su hija adoptiva Rosa Carrión y Velasco, Marqueses de San José y Vizcondes de Casa Larrea. Larrea y Jijón fue uno de los próceres de la Independencia de Ecuador y miembro de la Junta de Gobierno del 10 de agosto de 1809, quien luego fue alcalde de Quito y presidente del Municipio. Él y su esposa fueron padrinos de boda de Antonio José de Sucre con Mariana Carcelén y Larrea.
Medio siglo después, en 1862, Tilipulo pasa a poder de su hija, Rosa Larrea de Caamaño, casada con José Manuel Jijón y Carrión, Conde de Casa Jijón, quien fue el primero en traer maquinaria textil a Ecuador. Sin embargo y casi inmediatamente, Tilipulo pasó a poder de Manuel Gómez de la Torre Gangotena, presidente de la Cámara del Senado y del Poder Ejecutivo. Años más tarde, en 1884, el colombiano José María Cañadas la adquiere y transforma en hacienda agrícola y ganadera, finalizando así dos siglos de Tilipulo como Obraje.
Finalmente, en 1905, la casona y sus 450 hectáreas fueron adquiridas por Emilio Álvarez. A su muerte, en 1918, pasó a manos de su hijo Abelardo Álvarez, a quien se le debe el embellecimiento de la casona. A su muerte, en 1955, la heredó su hijo Rene Álvarez, quien sería él último dueño de Tilipulo. Debido a presiones de los trabajadores y vecinos de la zona que exigían la parcelación de la hacienda, la casona fue desocupada en 1976. De sus 450 hectáreas, 120 quedaron en manos de Álvarez y el resto se repartió a la comunidad. En 1979, Tilipulo fue entregada por sus herederos a la Municipalidad de Latacunga y declarada bien patrimonial.
Célebres visitantes de Tilipulo y sus alrededores.
Entre los célebres visitantes locales y extranjeros de Tilipulo se encuentran el científico colombiano Francisco José Caldas, quien, al pasar por Saquisilí, se asume, fue invitado por los Marqueses de San José y Vizcondes de Casa Larrea para conocer el obraje de Tilipulo en 1804. Caldas se había detenido en Saquisilí para anotar en sus libros sus observaciones astronómicas Sorprendido por la escala de producción textil, escribió que “...la industria le trae a todas partes la abundancia y riquezas. Ocupados (los pobladores de Saquisilí) en los obrajes de Tilipulo, labran la lana de todos los partidos, y ricos hacen ver que con un poco de industria puede mantener millares de hombres sobre el suelo más árido e ingrato” (Caldas, p. 55).
Y añade sobre Tilipulo:
Como se halla situado al occidente del valle y al pie del ramo de este lado, tiene una atmósfera batida continuamente con los vientos del este, que reinan en julio, agosto y septiembre. Goza de un horizonte espacioso: al este tiene el coloso Cotopaxi, al sur el Tungurahua y Chimborazo, al norte a Illiniza, Corazón y Sincholagua. Este es quizás el punto más bello de toda la cordillera” (Caldas, p. 55-56).
También consta la visita de Jorge Juan y Antonio de Ulloa, miembros de las expediciones científicas hispanofrancesas, a la zona de Cotopaxi y quienes en Viaje a la América Meridional (1744), al igual que Caldas, se refirieron a la producción textil del corregimiento de Latacunga (Kennedy-Troya, p. 167).
Sin embargo, no puede pasar desapercibida la visita a Tilipulo de Eugenio Santa Cruz y Espejo, quien escribió sobre la producción de lino en su artículo "Voto de un ministro togado de la Audiencia de Quito.":
"He visto... [la] planta de [del lino] aquí, que, por el gusto de tener plantas exóticas, le han cultivado en los jardines, y es de superior naturaleza, muy alta y muy macollada. Lo mismo sé que pasa en casi todos los territorios de esta provincia... y en una casa de campo y de obraje del marqués de Miraflores llamada Tilipulo, vi la mejor semilla de lino, cosechada en aquella hacienda, y que se estaba moliendo para extraer su aceite." (Espejo, p. 178).
La conservación de Tilipulo.
La historia de Tilipulo nos muestra la importancia de la conservación de este bien patrimonial. La historia de Doña Francisca Sina Sinchi ligada a Tilipulo nos remite a los orígenes del Ecuador a través de los acuerdos e imposiciones entre los conquistadores y los señores de estos territorios. Tilipulo contiene en sus muros la historia de la formación sociopolítica y económica de Ecuador a lo largo de los siglos. Hoy, el estado de la casona requiere atención ya que es la única forma de darle continuidad a la historia, no solamente de Tilipulo, sino de la provincia.
Bibliografía
Caillavet, Chanta. (2008). “Como cacica y señora de esta tierra mando…”. Insignias, funciones y poderes del norte andino (siglos XV-XVI)”. Dinámicas del poder: historia y actualidad de la autoridad andina. Bulletin de l’Institut Francais d’Études Andines. 37(1) 57-80. https://journals.openedition.org/bifea/3291
Caldas, Francisco José. (1936). Viajes: (viaje al corazón de Barnuevo). Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. https://www.cervantesvirtual.com/obra/viajes-viaje-al-corazon-de-barnuevo-1167440/
Cieza de León, Pedro. (2005). Crónica del Perú. 1547. Biblioteca Ayacucho.
Kennedy-Troya, Alexandra. (1987). Obrajes de la Audiencia de Quito. Un caso estudio: Tilipulo. Boletín Americanista, (37) 143-202.
https://raco.cat/index.php/BoletinAmericanista/article/view/98473.
Oberem, Udo. (1993). Don Sancho Hacho. Un Cacique Mayor del siglo XVI. Abya-Yala.
Santa Cruz y Espejo, Eugenio. . (6 de agosto de 2024). Voto de un Ministro togado de la Audiencia de Quito. Escritos. Tomo Primero. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/escritos-del-doctor-francisco-javier-eugenio-santa- cruz-y-espejo-tomo-i--0/html/
Rostworowski, María. (1988). Historia del Tahuantinsuyo. IEP Instituto de Estudios Peruanos.
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